Pequeña historia de Avañate en El blog de Delicias Burgos

Avañate ...o el final de una historia

La historia del vino Avañate es, casi sin quererlo, la historia de una vida. Avañate cierra el círculo, es la vuelta al principio, al origen, al pueblo, al campo, a la familia, a la historia…

Todo comienza en un pequeño pueblo de Burgos, en Ciruelos de Cervera, uno de esos cientos de pueblos pequeños de Castilla, uno de esos pueblos que se han ido quedando vacíos, pero que siguen agarrando a todos aquellos que alguna de sus muchas raíces allí hundieron. La historia comienza en el seno de una familia de agricultores, de padres y abuelos agricultores, que trabajaban más que duro en una tierra dura de verdad, que soñaban con salir adelante creciendo poco a poco y dando a su numerosa prole una vida futura lejos del pueblo, ya que el pueblo era lo “peor”. El futuro lejos del pueblo pasaba por hacer que los hijos estudiaran una carrera, por supuesto, en alguna universidad lejos del pueblo.

Y ahí aparezco yo…
No sabía nada de la vida cuando salí a estudiar fuera: a Cheste, a Gijón, a Madrid. Hice 2 carreras, el orgullo y la alegría de mis padres. Pero cada año, en todas las vacaciones volvía al pueblo, a echar una mano en el campo, a disfrutar del pueblo, de la familia, de los amigos.

Sin saber muy bien porqué, trabajar en el campo no me causaba desagrado, todo lo contrario. Mi padre me iba metiendo en el cuerpo el gusanillo del amor al campo, y disfrutaba cogiendo el tractor, o acompañándole en cualquieras de las numerosas tareas agrícolas.

Tenía claro que esa pasión tarde o temprano saldría por alguna rendija. En cuanto tuviera ocasión buscaría alguna actividad que me llenara ese hueco. Y la ocasión llegó cuando me hice cargo de las viñas de la familia de mi mujer, en Gumiel de Izán. Unas viñas viejas, que la abuela mantenía por tradición. Conocía un poco la agricultura de cereales, pero no sabía casi nada de viñas. Tampoco me costó mucho aprenderlo, con ilusión, libros, ayuda. Preguntando por aquí, hablando con uno y con otro por allá. Con buena uva empecé a hacer vino ‘para casa‘, a mejorar las técnicas del cultivo del viñedo, a participar en cursos u visitas vitivinícolas. Año tras año mejoraba un poco, con nuevos aperos o con alguna viña que vendía algún señor que se jubilaba. También experimentaba con el vino: un rosado fresquito, un blanco con la albillo, un tinto joven …el resto de la uva la vendía a la bodega o cooperativa de turno. Año tras año me iba cansando de vender una uva tan buena, de que no fuera apreciada como se merecía. Iba madurando la idea de hacer mi propia bodega. Así que contacté con amigos con experiencia que me aconsejaran, tanteé su opinión y mis posibilidades y me lancé al vacío que supone montar una nueva bodega con D.O. Un proyecto que no hubiera visto la luz sin el apoyo ni la ayuda de las personas que me siguieron y confiaron en él: mi familia y amigos… gracias!

No hace falta incidir en la pesadez de la burocracia, de los papeles, permisos, requisitos, legales, … Se quitan las ganas. Poco a poco se van superando todas esas trabas, se busca una marca que diga algo, se elige el tipo de vino, de madera, de botella, de etiqueta, de corcho. En fin, un trabajo largo y pesado, pero, ahí está, sin darnos cuenta Avañate empezaba a dar sus pasitos, como el niño recién venido al mundo. Pasito a pasito se va haciendo un hueco, se va presentando en sociedad, se va conociendo. Cada comentario es un orgullo que hace olvidar los problemas y hace recordar el origen, que no es otro que el amor y la pasión por el campo, por la agricultura. Y así …volvemos al origen, el campo.

Por Víctor J. Martínez Hernando (@Vinum_Vitae)