Muchas veces digo que nuestra bodega es, posiblemente, la bodega más pequeña de la DO Ribera del Duero. Realmente no sé si es cierto o no, seguro que se puede comprobar con los datos del Consejo Regulador sobre número de contras y sobre las declaraciones de cosechas.
Tampoco tiene demasiada importancia si somos la bodega más pequeña, o la segunda, o… Lo que sí sabemos es que somos una “micro-bodega” si nos comparamos con cualquiera de las bodegas de marcas conocidas.
En nuestra micro-bodega elaboramos, año tras año, el vino que sale de la aproximadamente una hectárea de viñas viejas de la familia. Siempre, como la mayoría de los pequeños viticultores, hemos seguido cuidando nuestras viñas, haciendo algo de vino para consumo particular y vendiendo la uva a las cooperativas o bodegas grandes. Después de varios años de pensar que nuestro producto no era tan apreciado como se merecía, nos lanzamos a montar una pequeña bodega en la que elaborar el vino de nuestras viñas. Así que nos pusimos manos a la obra con el papeleo, trabas burocráticas, marcas, etc. y por fin sacamos un vino de autor, AVAÑATE, hecho con todo el cariño del mundo, 3500 botellas/añada en las que no interviene nadie más que nosotros (mi familia, mi enóloga y yo) y en las que queremos, sobre todo, que se refleje lo que las viñas nos dan, lo que el campo, el clima, el terreno, la cultura de nuestros mayores han ido moldeando año tras año en la tierra.
A veces me preguntan por qué vendo la idea de que una bodega tan pequeña es un factor determinante en relación con la calidad y/o carácter del vino que tenemos. Si esto es una ventaja o simplemente se indica así por una cuestión romántica o porque está de moda. Ser una bodega tan pequeña aporta sin duda unos matices diferenciadores a nuestro vino, y al resto de aspectos que le rodean. Nuestra bodega es como esa cocina en la que se hace el vino como si cocináramos para “la familia”, en cazuelas pequeñas, a fuego lento. Probando en cada momento el punto de sal y dando nuestro toque personal. Podemos, por ejemplo, prensar manualmente con una pequeña prensa artesanal, o mover a mano el vino cuando está cociendo, y lo digo en el sentido estricto de la expresión: en la fermentación “bazuqueamos” subidos encima de los depósitos, con una cuchara grande (bazuqueador) que nos hemos preparado para tal fin.
También me preguntan por qué cada añada de Avañate es claramente diferente al resto de las añadas. Y es precisamente este carácter artesanal, este producto natural cocinado a fuego lento, hecho cada año con una uva diferente, que refleja las condiciones y la climatología de cada temporada, lo que aporta el resultado claramente diferenciador de las añadas. Y así debe ser, y así se debe notar, y eso es lo bonito de cada añada. Cada temporada sale a la luz un nuevo retoño, con su carácter diferente, más brusco o más cariñoso, más dulce o más tosco, más seco o más comunicativo… un nuevo hijo que irá dando sus pasitos hasta hacerse un hueco en sociedad. Pero esta es otra historia que contaré en otro momento.